Las Navidades de 1957 en Ifni, resultaron
ser a mi juicio, una paradoja digna de estudio, siendo además un poderoso estímulo
para la reflexión.
Esta paradoja permite demostrar las limitaciones de las herramientas de la mente humana.
Caso “A”.-
“He dejado escrito en algún lugar que las
Navidades de 1957 no fueron tan malas del todo y resultaron hasta casi divertidas para algunos de
nosotros, aunque no tanto para aquellos que debían estar de guardia permanente.
No obstante, el espíritu de aquellos jóvenes también estuvo salpicado de
anécdotas simpáticas con las bromas o intervenciones artísticas de algunos de
sus compañeros.
Carmen Sevilla y Miguel Gila entre otros artistas del momento, llegaron a Ifni para actuar ante los paracaidistas y así alegrar un poco
También recuerdo que no faltó ni el turrón ni el vino. Pero también quiero recordar que nuestros compañeros del Regimiento Soria nº 9 y de Tiradores, que estaban en lo alto del monte Bulalam, veían desde lejos el jaleo que se armaba gracias a las actuaciones de los artistas. Algunos de estos compañeros que pudieron bajar hasta nuestro campamento, no se fueron de vacío a su regreso, porque todos nosotros les felicitamos las fiestas y les llenamos sus macutos con parte de cuanto habíamos recibido puntualmente como aguinaldo. Otras viandas las habíamos comprado con nuestro dinero en la cantina y en las tiendas de Sidi-Ifni.
Reconozco que hay otras versiones más exigentes con la historia de aquellas navidades, pero en honor a la verdad hay que reconocer que como siempre, la juventud se impuso por encima de la precariedad de la situación. A posteriori supimos que se había retrasado la entrega de miles de paquetes de turrón y vino recogidos gracias a un programa radiofónico. Fuese porque se perdiera por el camino una gran mayoría, lo cierto es que meses después nos fueron llegando algunas viandas que nos vinieron de perlas”.
Unas Navidades agridulces".
Caso “B”.-
“Soy un veterano de la guerra de Ifni y recuerdo el día que aparecieron en la montaña, en
aquella primera línea de fuego que se había establecido. Eran chavales como
nosotros, reclutas llegados de la
Península a reforzarnos a nosotros ya curtidos en el fuego
enemigo, llenos de miseria y sucios. El aspecto no debía ser muy alentador y
así se reflejaba en los rostros de aquellos al vernos. Era Navidad, los moros
esos días nos dejaron tranquilos, seguramente por respeto a la religión.
Venían a reforzarnos y lo hicieron reclutas de reemplazo, prácticamente de sus casas a la primera línea.
Ocuparon
el flanco derecho, un montículo enfrente del cual
había otro y en lo alto como siempre, algún que otro moro que por su situación estratégica dificultaba tomar la cota.
había otro y en lo alto como siempre, algún que otro moro que por su situación estratégica dificultaba tomar la cota.
Dos
días después de la llegada de aquellos reclutas, yo estaba de guardia en un
montículo de donde se divisaba toda la vaguada y vi, recién llegados, como
aquellos chavales sin ninguna experiencia subían la ladera bajo el fuego
enemigo. Y vi cómo caían muertos o heridos hasta conseguir la cota. ¡Lo que nos
costó cada cota!
Ha pasado mucho tiempo y ha quedado en el olvido el regimiento al que pertenecían, pero han quedado en mi mente aquellos chavales como yo, llegados a primera línea vestidos casi de “domingo” y que también como yo, unos días después con la rapidez que da la guerra por la supervivencia, habían aprendido a sobrevivir, matando para no serlo uno mismo. Habían aprendido a casi no comer, ni beber, a poco dormir en el suelo y como almohada la mochila con ocho bombas de mano reglamentarias y a convivir amigablemente con los piojos y las pulgas.
Son mis recuerdos de aquellas
Navidades".
Caso “C”.-
“Las Navidades de 1957 las pasé en Sidi
Ifni montando guardias en las
trincheras, y aunque algún día que otro se producían tiroteos, y aun sin que
fueran las mejores de mi vida, tampoco estuvieron tan mal.
De la Península empezaron
a llegar aguinaldos de todas clases, algunos, muchos, llegaron después de
Navidad, ya estropeados los comestibles, tal como los mantecados, turrones,
etc.
Pero
llegó el tabaco que nos enviaron las fábricas de Canarias, miles de cajetillas,
y el vino y licores de Montilla, Moriles, Jerez; también miles de botellas se
repartían cada dos o tres días y que íbamos amontonando en cualquier rincón de
la trinchera, ocupando el mismo espacio de las balas y de las bombas.
Nuestras
Navidades fueron de hacer trincheras y guardias, beber y dormir y pegar algunos
tiros, y comer, y más bien poco dedicándonos a escribir cartas de felicitación
Navideña a la familia, que en muchos casos te devolvían porque decías algo que
la censura consideraba secreto militar.
La
felicitación a mi familia se quedó encima de un montón de bombas. La censura me
la había devuelto.
Además
de los moros, teníamos otros enemigos muy insidiosos y molestos. Eran los insectos
en grandes cantidades, pulgas y mosquitos...En aquellas posiciones tan alejadas
del pueblo, con la desinformación que se practicaba, sabíamos muy poco del
resto del territorio, sin embargo, nos enteramos que Carmen Sevilla y Miguel
Gila habían estado en Sidi Ifni actuando para la tropa, la tropa guapa claro
está, los elegidos, los que mejor quedaban en el NO-DO. Un día nos bajaron a
Sidi Ifni y fuimos a ver una película de Sarita Montiel.
No,
esas Navidades no fueron malas pero tampoco fueron buenas. Fueron distintas.
Unas Navidades que siempre recordaré".