miércoles

Se aproxima el final de la guerra de Ifni


Transcurría el tiempo en Sidi-Ifni pasando mucho calor durante el día y mucho frío por las noches, pero ya haciendo otros planes para pasarme antes de que nos marchásemos de allí, a las fuerzas mixtas expedicionarias del desierto, a las que con los galones de cabo segunda, decían, que se accedía a un empleo asimilado al de “sargento” para el mando directo sobre grupos de fusileros moros que operaban en territorio mauritano. Lo cierto es que en marzo de 1958 apenas si se escuchaban tiros y la guerra estaba acabándose por días. Pero aún podían pasar accidentes.
El día cuatro de junio de 1958 me sucedió a mí uno y grave.
La noche anterior tuve como una premonición. Soñé algo muy extraño y me desperté tembloroso. A las seis de la mañana nos fueron despertando sin toque de diana y todos nos vestimos con el uniforme de campaña.

Yo me calcé unas botas de lona que estaban permitidas y que eran muy cómodas en vez de las clásicas botas de los paracaidistas de cuero y suela de goma gruesa y dura.
Llevaba mi radio-teléfono a la espalda y me encontraba transmitiendo las novedades, cuando por mala fortuna pisé una mina enemiga contra-personas en el monte Buyarifen y caí al suelo como fulminado por un rayo. Quise levantarse y me fue imposible. Era como si tuviese clavado mi pie derecho en el suelo. Curiosamente aún no sentía ningún dolor.
 Llegó un sanitario y me hizo un torniquete por encima de la rodilla. Traté de ponerme en pie y noté cómo si al pisar el suelo, lo hiciese sobre el fango.
 Me trasladaron al hospital de Sidi-Ifni urgentemente, mientras me preguntaban por mi grupo sanguíneo. Al llegar allí oí decir a alguien refiriéndose a mí, que parecía muy asustado.
Le contesté con rabia volviendo la cabeza: ¿y usted cómo estaría en mi caso?

 En esos momentos ya sentía un dolor muy agudo en la pierna. Tan agudo, que quizás por eso no llegué a perder el conocimiento. Cuando me pusieron la mascarilla de la anestesia aspiré con fuerza el gas deseando perder cuanto antes el conocimiento y el dolor.

Durante la operación quirúrgica soñé cómo me aserraban los huesos.
Cuando desperté de la anestesia recordé lo que me había pasado y levanté los pies, pero solo levanté el pie izquierdo.
Por la tarde llegaron al hospital mis amigos y colegas con caras compungidas pero se extrañaron porque les dijera que si yo no estaba preocupado, no había razón para que ellos lo estuvieran. Fui operado de urgencia en el hospital de Sidi-Ifni y días después trasladado en avión al hospital de Las Palmas de Gran Canaria para un largo periodo de convalecencia.
Alguien diría después que si bien había perdido el pie por la explosión de la mina enemiga que era casera y de escasa potencia, de haber ido calzado con las botas reglamentarias de suela gruesa, la honda expansiva me habría podido dejar ciego o afectado al estómago e incluso a las partes nobles. Lo cual habría sido fatal porque mis cinco hijos no estarían en este mundo.
A eso de las tres de la mañana de aquel fatídico día 4 de junio de 1958, cuando se dice que los seres humanos tenemos las defensas más bajas y los centinelas se suelen quedar dormidos siendo entonces y precisamente, el momento adecuado para atacar las posiciones enemigas……
Fue en ese instante cuando tuve un mal presentimiento y apresté los oídos por si escuchaba algún ruido exterior. Así, alerta, me mantuve un buen rato y como no oyera nada raro, poco a poco me volví a quedar dormido.
Habían despertado a la 1ª Compañía al completo y una sección de la 2ª Compañía. Desayunamos a la carrera y cerca de las ocho de aquella mañana ya estábamos muy cerca del monte Buyarifen.